Paro e inacción
Encontrándonos, según algunos, en las proximidades de la salida del túnel; un túnel oscurecido por los efectos agresivos de una crisis a niveles de valores morales y realidades de carácter económico y social , me uno a los que con talante…
… aparentemente escéptico, pero con los pies en la tierra, hacemos el firme propósito de aportar nuestro granito de arena , cargado de esperanza y fe en todo lo sustancialmente bueno que nuestra sociedad posee, para salir cuanto antes de esa oscuridad machacona.
Aparte semánticas inútiles y teoría de dardos cruzados, muy al estilo de quienes deben actuar en lugar de criticar al contrario, me gustaría hacer una primera aclaración, a partir de la cual podamos simplemente avanzar con algunas propuestas que alienten a quienes estén sinceramente comprometidos con un estado de bienestar futuro, verdadero y no estético como el que nos precedió (porque la vida a veces la hacemos más complicada de lo que es en realidad). Me refiero a los múltiples referentes sociales, como fácilmente ya habréis deducido. Los términos “paro” e “inacción” no son sinónimos, sino muy frecuentemente contrapuestos y cuando se suman producen un efecto altamente pernicioso. Estar en paro es esperar a que las cosas cambien y poder enhébranos en la nueva rueda. La inactividad supone en muchos casos una desviación de la ruta requerida o lo que es peor una consciente conducta de alimentación egoísta con desprecio de los intereses colectivos a los que, sin duda, nos debemos también.
El primero -el paro-, es practicado por quienes se sienten víctimas de un sistema basado en un consumismo como último recurso y esperan con legítima razón un mejoramiento de su situación personal y familiar. El segundo -la inacción-, acoge a quienes pudiendo, lanzan balas de fogueo sin centrarse en el verdadero problema y arteramente proclaman los malos pasos de lo que para ellos es el “contrario “. Se distraen en lamentos de lo que pudo haber sido y no fue y cuando se remontan al origen de la situación la atribuyen al ajeno, como también las soluciones a aplicar.
No tenemos tiempo de más condolencias ni esperas, es hora de que una sociedad, en su conjunto se conjure para que desde la plataforma de cada cual ¡actuemos!, dejando de pedir y facilitando la labor a todo agente social que esté en condiciones de hacerlo y de emprender una actividad que se traduzca en nuevos puestos de trabajo y en beneficios a la comunidad.
No hay puestos de trabajo porque no hay actividad y ésta la hemos de construir, con iniciativas que respondan a los parámetros de una nueva época. Estos puestos de trabajo representarán el nuevo albergue de quienes aun queriendo hoy se desesperan en la búsqueda de una posición laboral que realice su vida. Una sugerencia me viene en gana, desviar las subvenciones y asignaciones a fondo perdido hacia todo emprendedor, grande , mediano o pequeño que genere y no consuma solamente.
Una fiscalidad que en pura justicia distributiva grave proporcionalmente al que más atesore, alivie al que invierta en factor humano y castigue con rigurosidad las múltiples caras del fraude. Prestando paralelamente una atención especial por el segmento más desfavorecido y marginado de nuestro cuerpo social (ancianos, niños y discapacitados). Todo ello implica un orden, un control y una gestión eficaz sin interesados idealismos ni miedos contenidos. Los que vienen detrás lo valorarán y nos enmarcarán en un retrato de gratitud y decencia.
Rafael Carcedo de Pero-Sanz
Delegado de la Junta de Gobierno